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viernes, 26 de junio de 2015

Grita el pueblo

Hoy vamos a gritar al viento
que nos sobra el aliento,
porque cuando el sistema
pasó a ser destruído
el pueblo optó por el ruido.

Las sonrisas de los destructores
acarician nuestras espaldas
y la arañan hasta llegar
a
nuestras
alas.
Ingenuos,
parecen no saber
que nuestras manos
hoy les arrebatan las tijeras,
porque el vuelo
no nos lo cortan
si no es para bajar
y luchar.

Nuestro ruido, señores,
tiene la fuerza
de devolvernos lo arrebatado,
de recuperar nuestros derechos
y mandaros un saludo desde arriba.

Vais a caer,
porque la maldad,
la codicia,
la sinvergüenza                                          
no nos pueden gobernar.
Las paredes opacas
pasarán a ser transparentes,    
y las lágrimas
acabarán su recorrido
en una sonrisa vencedora.

martes, 16 de junio de 2015

Un sol cobarde

Escribió sobre la montaña
que el sol esa tarde se escondió
cobarde,
como si hubiese quebrado
el cielo.
Culpable o no
tenías razón,        
pues los valientes
se quedan
y esperan.

Y lo escribiste
bajo un árbol,
por si alguien lograba verlo.
¡Qué osadía!        
Tu crítica en silencio      
caló tanto en ti,
que hasta al trazar las letras
sobre su tronco  
pude ver otro sol en ti.          

Pequeño y desintencionado,
el escrito que delataba
a la estrella más grande
del universo,
parecía ser
el que más se le asemejaba.

martes, 9 de junio de 2015

La mitad de un adiós

La miraba fijamente
sin parpadear
recordando cómo
llegó a quebrarla.
Hizo un amago
de lo que pareció
una caricia.

Pero, vamos,
sabías que su maldad
consumía su persona,
y después la tuya.
Permanecían unidos
incluso cuando cantaba,
cuando reía
o soñaba.
         
E irse, a veces    
no implica
una marcha total.
Existen idas que
sólo son palabras
y que se aguantan
como las lámparas
colgadas del techo más alto.

Y ese adiós a medias,
esas ganas
de romperla a pedazos,
la hacía esperar de pie
a la vuelta
de cada esquina.

martes, 2 de junio de 2015

Viajando su cuerpo

El viaje que emprendió
después de mirar a sus ojos
no tenía caminos,
tenía logros y perlas.
Hizo allí años
que repetían
los mismos pasos.                  

Trepaba hasta su ombligo
naciendo allí la primavera.
Sus labios la mantenían
cuando caía el verano.
Los párpados parecían caer
en sus dedos
cual hoja en otoño.

Era el frío de invierno quién
la arrastraba a sus brazos,
hasta el viaje de regreso
al pequeño vacío de su tripa
donde brotaba de nuevo.