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martes, 25 de octubre de 2016

Humanos rincones

Y qué bonito,
qué humano,
cuán necesario
y cuán obligado sería
borrar las fronteras,
dibujar un mapa con personas,
de origen mundial
-de corazón nómada-.

Olvidar asociar raza con delito,
recobrar el sentido común.
Saber
que la única raza es
y será siempre
la humana (aunque se pierda, a veces, por el camino).

Y qué bonito,
qué humano,
cuán necesario
y cuán obligado sería
poder alzar la voz,
dejar brillar el inconformismo
sin cavar tu propio agujero
de puerta cerrada.

Qué bonito
y qué necesario
que nuestra educación sea libre,
aprenda a formar almas
(no a venderlas a la ignorancia disfrazada).
Impregnar cada rincón
de este maldito mundo
en libertad.
Y cuán humano
y obligado también.

Convertir el paseo de una mujer
en tan sólo eso,
-un paseo-
y no en el deleite de otros ojos
mortíferos.
Que la única carne que devoren
sin consentimiento
sea la que se cocinen,
y qué bonito
ser mujer.

Castigar a los que se llevan
los resultados de un esfuerzo ajeno
bajo su corbata,
que lo devuelvan a su sitio
-¡maldita educación!-
y dejen de vestir de arrogancia.
Siempre he sabido
que el número que marcan
sus billetes
es proporcional
al de su idiotez.

Acabar con una pobreza
que sólo existe para alimentar a su contrario,
cuán necesario que cualquiera beba
de un grifo en su hogar,
tenga para comer,
y cuán poco necesario
que otros miren el agua correr.

Bonito:
que lo único que se volviese fuego
fuesen las ganas de besarnos,
para que explotasen
en las calles,
presas de amor
y ardieran sin condena.
Entonces las armas jamás
volverían a disparar balas.
Mata a tu enemigo con flores,
amor,
lo peor que te puede tocar
es que te devuelva un capullo.

Y qué necesario
volver a darle
a tus pies
a tus sentidos
a tu alma
un rincón para abrazar.

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