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martes, 21 de marzo de 2017

Catástrofe natural

Esta noche has vuelto.
Estabas tan contento
que he creído en las segundas oportunidades
y en las lágrimas verdes,
esperanza.

No he podido más que observarte,
agarrado a tu madera más fiel
que nunca ha dejado de escupirme flores
o regalarle a mis oídos su sentencia
anunciada,
siempre deseada.

Has vuelto...
Y yo no he dejado de mirarte.
No he dejado de sentarme a ver si venías,
con la certeza de lo imposible
que se creía poco probable.

Sí,
la fortaleza de acero
puede quebrarse,
también los ojos le temen
a su propio parpadeo
-puede ser el segundo
en que desaparezcas-.

Y es que hay soles,
como el que tenía esa noche atrincherado
en el sofá del salón,
que brillan incluso después de apagarse,
que se hacen un lugar
allí donde saben que pueden seguir ardiendo.

Voy a versarte los párpados,
perdóname si interrumpo,
para que cada vez que parpadees
suene música,
me des la mano
y me invites a bailar.

Es de día.
Ya no estás.
Y como si la lluvia supiese
que va a acariciarte hoy,
la he visto más decidida
a lloverte
y me ha inundado de envidia
y he deseado ser catástrofe natural.

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